jueves, 14 de agosto de 2008

Ellos y nosotros


Usted más que seguro los ha visto, son esas personas que están en la calle. Si, esos. Los que afean los espacios públicos, lo que están tirados, vagueando, provocando miradas rápidas mientras revuelven los desperdicios y llevándose lo que allí encontraron a la boca, comiendo en la calle como perros. Arrastrando una existencia que ya perdieron, que se esfuma cada vez más hasta que parecen fantasmas que no hacen sombra, porque ellos son las sombras, son las sombras de otra sociedad, la sombra de los que pasan por allí y miran rápidamente mientras van a trabajar o salen a divertirse, porque uno sale de su casa casi siempre para eso, trabajar o divertirse, tal vez un tramite que le permita seguir con esa rutina que heredaron o ganaron de otras formas, esas formas que los fantasmas ya no entienden, que ya les son inalcanzables.

Cada paso para ellos es efímero, no van realmente hacia ningún lado porque ningún lugar les pertenece, viven de prestado en todo lugar, porque todos los lugares son de cristal, frágiles como sus miradas que se pierden en el instante, en el momento, porque viven del instinto, ese mismo instinto que tenemos todos pero que en los otros, en quienes no son sombras, esta dirigido hacia esas formas que lo tapan, que lo encausan automáticamente hacia otras actividades menos rústicas, más dignas. Y esa es la palabra exacta, dignidad, derecho que las sombras ya perdieron y que siguen perdiendo en cada paso, en cada actividad donde deben agachar la cabeza para que esa misma dignidad les pase por encima, lejos de sus cabezas perdidas en el instinto.

Y recordemos que todas esas mismas formas que nosotros, los otros, ya aprendimos para mantener la rutina, son las mismas que a ellos indirectamente los excluyen. Pero mire que no les señalo culpas de manera hipócrita y directamente, porque usted hace dignamente lo que debe hacer, pero cuando miramos a otro lado la culpa nos agarra inexorablemente del cuello aunque no siempre sintamos sus manos. Una culpa parecida a esa misma que se percibe en los ojos de las sombras, esa culpa por transferencia, porque ellos saben, o creen, que son ellos los que están haciendo las cosas mal, porque son ellos los que por herencia o por falta de recursos han tenido que bajar la cabeza desde que nacen para sobrevivir.

Pero que pasa cuando uno de ellos intenta levantar la cabeza sin recursos? Recurren al instinto, ese mismo que tenemos todos y que probablemente, si nos corre sangre por las venas y si viéramos a los nuestros viviendo como ellos, se transforman en violencia contra los otros, contra los que tienen, el único lugar donde ven que pueden sacar algo rápida y temerosamente. Personas que fueron empujadas hacia esos límites por sus propias limitaciones ya sea de educación o de percepción de otras formas de vida. Y ahora, planteándose esas bases de existencia, dígame que haría usted si en la mirada de los fantasmas encontraría los ojos de sus hijos? Dígame que haría al ver enfermarse de hambre a sus hijos, a su mujer, a su esposo o a quien eligió para compartir su vida? Yo se lo que haría, pero vivo de otras formas. Probablemente con sus recursos haría lo mismo que ellos, lucharía por las vidas que amo tanto como por la propia con todas mis fuerzas, con todos mis músculos, aprovechando la violencia inherente a la raza humana para sobrevivir sabiendo o no que esas no son las formas, pero poco me importaría, mi familia necesitaría sobrevivir unas semanas más. Mis ojos se abrirían enfurecidos en el acto violento y se adormecerían una vez más en otro momento, temerosos, indignos, culpables y perdidos.

De esta manera no quiero justificar de ninguna manera la violencia, solo estoy mostrando lo que usted ya sabe, lo que pasa.

Si nosotros nos quitamos por un momento de nuestro lugar e intentamos ver desde el lugar de los fantasmas creo yo(creyendo también en la bondad esencial de la mayor parte de la raza humana) que buscaríamos formas de que esto no suceda nunca más. Y formas para hacer esto hay. Solo es cuestión de buscarlas. Buscar una manera sincera de ayudar al otro, de hacer esta sociedad más equitativa para los que tienen y para los que no. Pero no dando una limosna o algún pedazo de comida que les entretendrá el estomago unos momentos, una tarde, una hora, sino buscando la forma para que ellos mismos puedan conseguir lo que la dignidad merece y requiere de forma excluyente.

Y miré, le diré la verdad, yo aún no encuentro la mía, pero sigo buscando. El dar verdaderamente es una tarea complicada que espero algún día cercano entender y poner en actos, no en palabras o ideas tan efímeras como los mismos pasos que ellos dan.

Imagine además lo que una sociedad equitativa podría potenciar a la raza humana, donde cada uno de nosotros tenga los mismos recursos para llevar a cabo un productivo plan de vida. Imagine hacia que lugares nos llevaría esa potencia si con estos mal obrados recursos humanos llegamos a donde llegamos, hicimos lo que hicimos y seguiremos haciendo. Una sociedad donde podamos ver en los ojos de los otros un hermano que empuja hacia al mismo lado, un músculo más de este complicado ser que llamamos raza humana que camine hacia delante con paso firme, sin miedos y en perfectas condiciones. Una sociedad donde no existan los fantasmas, donde no haya sombras y donde cualquier tipo de oscuridad sea extirpada con el mismo instinto de supervivencia que nos lleva a otros extremos, a donde nos encontramos pero debemos salir y donde tengo la esperanza (que jamás llamaré inocente) que algún día saldremos, algún día que evitará que finalmente nos convirtamos al canibalismo. Porque esta sociedad es caníbal, pero quedan aún muchos pasos evolutivos que con determinación, buen corazón y natural bondad podremos dar con firmeza, reclamando una vez más nuestro derecho de ser dignos seres humanos.